La fuerza del viento

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Cuando éramos pequeños, a todos nos gustaba fabricar molinillos con papel de periódico o cartulina que pinchábamos a un palito y que hacíamos girar con la fuerza del viento. Y es que el aire en movimiento puede ser una potentísima fuente de energía renovable, que muchos tratan de aprovechar con el uso de los modernos molinos eléctricos, turbinas que al ser impulsadas por la acción del viento generan electricidad y que se acumula en estaciones para poder ser canalizadas a través de las red pública de suministro. Pero el uso de los molinos no es algo tan actual.

Los molinos de viento se han usado en algunas regiones para accionar grandes mecanismos por la acción del aire y conseguir de este modo el movimiento necesario para, por ejemplo, moler grandes cantidades de grano hasta convertirlo en harina. El viento mueve las aspas y la energía eólica se convierte así en energía mecánica, que mueve determinados engranajes unidos a una piedra de moler que tritura el grano hasta que este se ha quedado reducido a un polvo fino.

También se utilizan molinos de viento para sacar agua de pozos, sobre todo en zonas en las que el agua es muy profunda y hace falta una gran cantidad de energía para bombearla hasta los cultivos o el suministro de la población.

Muchos de estos molinos se conservan aún aunque no se usan. Se han convertido en pequeños monumentos que recuerdan otros tiempos en los que la electricidad y los combustibles fósiles no existían.